Sesión Ordinaria del día jueves 08 de noviembre de 2004
Intervención del ciudadano Diputado Eddy Gómez Abreu
(Desde la Tribuna de Oradores).
Ciudadano Presidente de la Asamblea Nacional; colegas Diputados y Diputadas; ciudadano Gabriel Jiménez Emán, Orador de Orden; intelectuales y artistas invitados; señora Beatriz Guzmán de Silva, e hijos de Ludovico.
Señoras y señores:
Es bastante satisfactorio darle apertura a este acto en el que rendimos tributo a un hombre de esta tierra, un hombre excepcional que se destacó en el estudio de la lengua española, la filosofía antigua y contemporánea, la poesía, ensayo, la crítica literaria y la docencia universitaria. Me refiero a Ludovico Silva, quien murió a los 52 años de edad pero dejó más de 40 libros publicados y otros tantos por publicar, muchos de esos títulos traducidos a varios idiomas como es el caso de El estilo literario de Marx. Formó parte de una generación de intelectuales como el chino Valera Mora y Orlando Araujo, que se destacaron en la producción literaria, pero que también estuvieron en la preocupación de Venezuela, su cultura y sus problemas fundamentales.
Por eso, y por muchas otras consideraciones, creímos que era justo hacerle este reconocimiento público para sacarlo del estrecho espacio académico y mostrarlo al colectivo como uno de los mejores hijos de la Patria; pero al hacerlo, también estamos dando un sitial especial a la cultura, a los creadores, pensadores, docentes, artistas, editores, etcétera, que tradicionalmente han sido excluidos por el Estado o han estado en minusvalía en la gestión pública.
Que este emotivo momento nos sirva a familiares, amigos, seguidores y estudiantes de su obra, para reclamar a la sociedad y al Estado el sitial que le corresponde como héroe de las letras y del pensamiento. La imagen de Ludovico nos permite llamarnos a la unidad, a la reconciliación, porque su legado fue Venezuela y la felicidad humana sin distinción racial, económica o social.
Quiero señalar, sin temor a equivocarme, que la cultura y la educación representan lo más elevado, lo más trascendente e importante entre todas las actividades humanas. En la medida que nos adentramos en el estudio y la lectura de obras literarias clásicas y de buena calidad, del psicoanálisis, del comportamiento y reflexiones del hombre sobre sí mismo, sobre la naturaleza y el cosmos, así como apreciar el arte en todas sus expresiones, estamos dando un viraje sobre nosotros mismos y produciendo cambios en nuestra mente, lo cual nos desarrolla intelectual y espiritualmente.
En la medida que seamos menos ignorantes del comportamiento humano y natural, y podamos crecer en el afecto, la imaginación, la fantasía y los sueños, estamos llegando a un estado idílico y primigenio que nos vuelve a nuestras raíces, a la fuente primaria.
Sólo integrados totalmente y liberados de la angustia antológica y existencial, es que podemos llegar a lo que los estadistas llamaron “nadar a la otra orilla” y romper con el espíritu religioso de la culpa y el pecado, y luchar contra el excesivo racionalismo cartesiano que nos conduce al egoísmo, al racismo y al fascismo.
Hay que reivindicar al ser frente a lo institucional o estadal, tal como se lo plantearon los presocráticos de la antigua Grecia; los ritos religiosos, el culto a los dioses, fiestas y bailes, ingesta de bebidas y discusiones filosóficas, formaban parte de la cotidianidad. Nietzsche llegó a decir que es el período de máxima felicidad humana que se haya conocido.
Los surrealistas acusaron al mundo racionalista occidental de ser los responsables de las muertes de más de 20 millones de personas, ocurridas en los campos de batalla de Europa en la Primera Guerra Mundial, porque se antepusieron intereses de Estado y las luchas por los mercados a las vidas de las personas.
Reivindican al ser humano en el amor pasional, la poesía, la libertad, el azar, el mito, el esoterismo, el humor y los sueños; declaran su posición al capitalismo por ser responsables de las diferencias de clases y de la explotación del hombre y la naturaleza.
Debemos recuperar al país en democracia, pero esto existirá en la medida que haya justicia social. Nuestras diferencias tenemos que dirimirlas civilizadamente con debate y discusión, cediendo los espacios de poder a las decisiones de la mayoría y respetando los derechos de la minoría. En esos principios se deben inscribir nuestros intelectuales y pensadores. La creación individual debe ser respetada en una sociedad democrática, pero esto no exime a los artistas y creadores de sus responsabilidades sociales, de sus compromisos como ciudadanos con su país.
Otro mito que quiero señalar es el apoliticismo de la cultura. Mientras el hombre piensa y se pronuncia sobre los problemas o realidades que afectan al hombre en un momento determinado de su historia, está haciendo política. Distinto es la politiquería y el partidismo. En América Latina, y particularmente en Venezuela, el intelectual tiene una gran responsabilidad en los necesarios cambios que se tienen que producir en la lucha contra el atraso, el oscurantismo, el analfabetismo y el subdesarrollo que nos impusieron como señaló Roque Dalton.
Me atreví a proponer como Orador de Orden al escritor caraqueño, sembrado en el estado Yaracuy, Gabriel Jiménez Emán, porque él ha sido un creador permanente de gran sensibilidad artística y humana, conocedor de la obra de Ludovico Silva; pero Gabriel es músico y gran amigo de los amigos como lo fue de Ludovico; muchos libros han nacido de su pluma. Jiménez Emán ha incursionado en distintos géneros: narrativa, poesía, ensayo, crítica literaria y cinematográfica, por lo que ha obtenido premios y reconocimientos. Ha realizado muchos periplos literarios en el estudio y la docencia universitaria, pero al igual que muchos de nosotros creemos que la cultura ha de extenderse, debe ir a todos los rincones de la Patria, hay que acabar con ese viejo paradigma de que la poesía, el teatro, la plástica, para citar algunas expresiones literarias o artísticas, es para sectores cultos y/o minorías.
Hoy el recientemente creado Ministerio de Estado para la Cultura tiene un gran reto: Primero, llevar los festivales musicales, poéticos, teatro y danza al interior del país y a barrios y caseríos; segundo, invertir más en publicaciones de revistas y libros de autores nacionales y extranjeros; tercero, desarrollar el intercambio cultural con otros países y pueblos para difundir nuestros valores y costumbres; cuarto, estimular la lectura, el estudio y el aprendizaje de las distintas actividades culturales y de los grandes valores universales; y, quinto, aumentar becas para el estímulo de los estudiantes de música, literatura o cualquier otra expresión creativa, tanto en Venezuela como en exterior.
Puedo quedarme corto en propuestas, pero creo que lo señalado contribuye ostensiblemente en mejorar la actividad cultural. Entiendo que nosotros los parlamentarios estamos en deuda con las leyes que permitan el desarrollo de la actividad cultural, y creo que es este el momento para pagar esta deuda con la sociedad venezolana.
Quiero despedir mis palabras con un poema que le escribí al homenajeado hoy, ausente y presente:
“Ludovico,/ desde lo alto te vi con flores ataviadas,/ con ruidos espectrales/ que van dejando un hondo dolor,/ una mueca,/ una fina huella inmisericorde.
Vengo con este canto sencillo,/ con la devoción de siempre,/ ya me preguntabas/ adónde va a parar este amasijo volcánico,/ este hervidumbre de cosas que están siendo y que parecen/ dejan de ser cada solsticio,/ cuando en aguas de mar/ calla la luna.
Está mi mano abierta para tocar tu corazón misionero,/ tu alma ensangrentada;/ navego por las rampas del amanecer buscándote/ en el color del vino,/ en las aguas del invierno/ en países,/ en raudos ríos;/ soplan oscuridades y desiertos/ en la ebriedad más consecuente/ y en cada sorbo de la noche/ hay un canto a las estrellas.
Debo volver desde siempre acariciando cada verso,/ cada aroma/ y si la vida te soñaba/ por qué te escondes./ Traes pasos de charnelas legendarias,/ distancias de asombros,/ ni una mueca ni un quejido/ podrán borrar tu música, tu libertad;/ los libros cubren de norte a sur/ el vasto imperio del espacio/ de un mundo fulgurante/ de la rueda ostentosa de la soledad.
Cristo herido de la poesía,/ alma de lobo mordiendo el universo y asimismo entre fieras batallas,/ tomemos un trago, muchos tragos,/ hasta sembrar de vino la tierra/ para celebrar tu paso,/ el lagar de tus manos emprendedoras/ curtidas de tanto soñar/ y llamar a Beatriz/ entre resurrecciones y borracheras,/ tu eco silencioso,/ tu amor de siempre,/ buscando las mandolinas de la eterna deidad/ ¡amigo no debes morir!/ Por ahí andan regados tus amigos/ liberando páginas,/ esculpiendo rayos bondadosos,/ apartándote de esa muerte perezosa;/ esperándote me dijiste:/ Yo canto en ti,/ como un pájaro en la arboleda,/ me deslizo en tus aguas como un pez ignorante en ti mismo/ y al fondo de tus prados/ vibro como una torre herida.
Por ahí pasó el alma seductora de Rimbaud/ con un llamado fino,/ solicitándose/ casi implorando desde el abismo,/ redención y castigo,/ bebes el agua huérfana del delirio sin cansancio y evocación,/ Juan Sebastián pasa/ en medio de la noche/ con un sonido misterioso y antiguo,/ ya te volveré a ver/ sentado con Orlando y Dionisio,/ en un barcito del Olimpo.”
(Aplausos)
Paso a darle lectura al Acuerdo emitido por la Cámara:
“LA ASAMBLEA NACIONAL
DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Considerando:
Que el día 4 de diciembre de 2004 se cumplirán dieciséis años de la muerte de Luis José Silva Michelena, conocido como Ludovico Silva, considerado como uno de los más importantes intelectuales venezolanos del siglo XX;
Considerando:
Que Ludovico Silva egresó en 1969 summa cum laude de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, siendo posteriormente profesor universitario; fue Secretario General del Ateneo de Caracas, donde participó en la fundación de la revista Papeles, de la cual fue miembro del comité de redacción; también fue colaborador del periódico Clarín y de la revista Cal, dirigida por Guillermo Meneses; junto con Miguel Otero Silva fundó la revista Lamigal y en la década de los 80 fue columnista en periódicos de circulación nacional;
Considerando:
Que su obra comprende más de cuarenta títulos publicados, entre los cuales destacan, en el campo de la filosofía, La Plusvalía Ideológica, El Estilo Literario de Marx, traducido a siete idiomas, Antimanual, Teoría de la Ideología y la Alienación como Sistema;
Considerando:
Que Ludovico Silva fue un poeta mayor de Venezuela, con amplio conocimiento literario tanto de obras clásicas como contemporáneas, lo que permitió escribir ensayos como Belleza y Revolución, Clavimandora, La Torre de los Ángeles y Filosofía de la Ociosidad. En el campo poético su obra fue extensa y profusa, destacándose Tenebra, In Vino Veritas, Los Astros Esperan, Crucifixión del Vino, El Ángel Devorado, Cuaderno de la Noche y La Soledad de Orfeo;
Considerando
Que la obra filosófica y poética de Ludovico Silva estuvo dirigida al hombre como ente individual y social, lo cual contribuye permanentemente con el desarrollo espiritual y moral de nuestros pueblos,
Acuerda:
Primero: Convocar a una sesión especial para el día miércoles 24 de noviembre del 2004, a las 3:00 de la tarde, con el propósito de rendir homenaje a Ludovico Silva por su gran aporte a la cultura venezolana, siendo orador de orden el poeta Gabriel Jiménez Emán, escritor yaracuyano, quien fuera su amigo en vida y conocedor de su obra.
Segundo: Instar a instituciones públicas y privadas relacionadas con el quehacer cultural a difundir su obra.
Tercero: Dar publicidad al presente Acuerdo y hacer entrega a sus familiares y allegados, remitiendo copia adicional a la Fundación Ludovico Silva, para su debida preservación.
Dado, firmado y sellado en el Palacio Federal Legislativo, sede de la Asamblea Nacional, en Caracas, a los veintiséis días del mes de octubre del año 2004. Año 194º de la Independencia y 145º de la Federación.
Francisco Ameliach Orta
Presidente
Ricardo Gutiérrez
Primer Vicepresidente
Noelí Pocaterra
Segunda Vicepresidenta
Eustoquio Contreras
Secretario
Iván Zerpa Guerrero
Subsecretario
Debo agregar que por proposición del diputado Luis Acuña, se aprobó que la Asamblea Nacional publicara una de sus obras más importantes: El estilo literario de Marx.
Muchas gracias. (Aplausos)